sábado, 4 de julio de 2009

EPIFANÍAS


Por Patricia May


Las experiencias espirituales, vivencias de certezas de lo divino, o de un gran orden, de estados de paz, serenidad, amor, alegría, armonía, plenitud, intuición de que todo tiene un sentido, de que todo está bien, aun el dolor, son revelaciones, vitales y transformadoras que no tienen mucho valor en la vida orientada al que hacer, producir y al logro de la vida actual. Sin embargo, en otras culturas constituyen aspectos vitales del vivir y de la autentica felicidad y propósito.
Estas suelen regalársenos cuando menos lo esperamos, al caminar al trabajo, o cuando se cuela un rayo de sol entre las ramas, o ante una puesta de sol contemplada con tranquilidad, o escuchando música, o mirando el cielo estrellado, o en momentos de encuentro y amor humano, o cuando estamos reflexionando sobre algo, o con una lectura, o también en momentos de desgarro y dolor.
Las epifanías suelen ser instantes fugaces donde se nos revela la vida con una claridad y luminosidad nunca antes experimentadas, una información vital que reorienta nuestra razón de vivir. No estamos solos, somos parte de una totalidad que nos contiene. Somos amados e incluidos por la gran vida, solo por existir.
Nos damos cuenta de que hay una conección irradiante entre todos los seres, sutiles hilos nos unen, y el amor como actitud cotidiana no es algo que haya que forzar, si no que un estado natural que mana como un manantial desde nosotros a todo.
Nos llega la certeza de que la muerte no existe, sino que la transformación, que no hay nada que temer, que aun en el éxito o el fracaso, la alegría o el dolor, en el perder o ganar, aquí o allá, nuestra esencia sigue siendo y nuestro hogar interno va con nosotros donde sea.
La vida se nos muestra como una gran oportunidad de realización, entrega y aprendizaje y un nuevo sentido de dar, colaborar con algún propósito que nos mueve se transforma en el eje de nuestro quehacer.
La felicidad deja de estar ligada a las condiciones exteriores, y se conecta con nuestro estado interno.
Todas estas son ideas y sentimientos que nos llegan con una claridad meridiana, agrietan la mente compacta y rigidizada en sus contenidos y visiones por las cuales se cuela el soplo del alma. Soslayando ese cúmulo de pensamientos y emociones que llamamos "YO"
Estas experiencias de extremo bienestar, que han sido estudiadas por milenios por tradiciones antiguas y que están siendo investigadas por los desarrollos de la psicología actual, nos conducen a relacionarnos pacíficamente, a dar lo mejor de nosotros en la acción, a participar en propósitos de bien común, a vibrar con un sentido de vida de servicio, a encontrar gozo en lo simple y cotidiano, a dejar de ligar la felicidad con cosas exteriores y por tanto a bajar los niveles de ansiedad por tener, consumir, competir y a centrarnos mas en un trabajo personal que nos libere de aquellos obstáculos personales , enganches y rollos emocionales, ruidos mentales que no nos permiten ser personas pro-activas, empáticas, creativas, amorosas, agradecidas.
Darle espacio al Alma, tiempos de tranquilidad y armonía en la vida de hoy es vital para equilibrar la excesiva sobreactividad, competencia, estrés y pérdida del sentido de vivir.

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